Un Viaje a la cuna del voley

Medalla de oro y Beca

Después de realizar un curso de voleibol en Argentina, en los inicios de mi carrera, y al que únicamente habíamos podido acceder los mejores 60 currículos como entrenadores de esa época (elegidos por la Federación Metropolitana de voleibol), y completado el examen final de dicho curso, tuve el honor de salir medalla de oro y eso me dio la posibilidad de ir a CUBA a estudiar un master con los mejores.

Los profesores que dictaron ese curso en Buenos Aires todos ellos cubanos (me premiaron con darme media beca para ir al Instituto Superior de cultura física Manuel Fajardo (ISCF) en la Habana Cuba, y la otra media beca me la proporcionó la Universidad de la Matanza, donde desarrollaba varias tareas como profesor universitario, coordinador de voleibol femenino y trabajos en el área Deportiva en general.

El viaje y lo que aprendí fue fantástico, la gente que conocí y la manera como me trataron fue más que espectacular y hoy día uno de mis mejores recuerdos vinculados a este maravilloso deporte.

Realicé dos cursos que me ayudaron a formarme aún más para esta profesión que con tanto cariño he llevado adelante desde ya hace más de 36 años: enseñar ya jugar y a disfrutar del voleibol y formar a los entrenadores enseñándoles a llevar equipos y a entrenarlos.

El primer curso que hice en Cuba fue «Detección de jóvenes talentos» y seguido a ese tomé un curso que se orientaba hacia la preparación física en el alto rendimiento.

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A parte de los cursos realizados tuve la suerte de compartir 20 días con Calixto Andus, un hombre dedicado a colaborar con todos los formadores entrenadores y preparadores físicos de las selecciones cubanos. El foco principal de su trabajo era el de enseñar a los preparadores técnicos de cada deporte a sacar el máximo de cada atleta, tanto en lo deportivo como en lo personal.

IMG_20181021_212702.jpgFueron unas semanas muy intensas, por lo que aprendí y por poder estar entre los mejores,  como Joel Dispagne, o conocer y poder charlar con Eugenio George  y varios  jugadores olímpicos.

Conocí La Habana como si fuese un cubano más, sus ideas, sus costumbres, sus ciudades, en fin algo que nunca me olvidaré. Me traje en la maleta muchos recuerdos y muchas enseñanzas aplicables también a la vida.

Dos enseñanzas inolvidables

Para enseñar a jugar este deporte, como cualquier otro, uno puede empezar de lo general a lo particular, o al revés. Gracias a esto entendí que el camino es más fácil si trabajamos primero el juego y de ese juego grupal nos vamos trasladando a lo particular, a los gestos técnicos individuales y a los movimientos que haga cada jugadora dentro del campo.

A veces nos olvidamos de que es un juego de grupo y nos detenemos mucho a trabajar, al principio, los gestos técnicos individuales y no vemos que lo primero que deben aprender es a jugar. Y esto lo aplico desde ese día.
Primero jugamos y aprendemos jugando y después me preocupo de ir mejorando su juego individual, poco a poco.

Por otra parte, en aquel momento me sorprendió el cuidado del aspecto físico y personal de los entrenadores hacia jugadores que dejaban de estar en primera línea. Me explico: Estuve mirando un entreno de ex jugadores olímpicos y su entrenador, en una charla de 10 minutos, me comentó que ellos están muy preocupados tanto en entrenarlos para llegar a ser los mejores del mundo; pero también cuando eso termina, tienen un programa en el que van disminuyendo los entrenamientos de manera paulatina para que no sufran de golpe el cambio: de entrenar cada día, todos los días del año, a dejar de entrenar de un día para otro. Es un plan que recorre el camino al revés, siguen entrenándolos 5 días con menos intensidad y les van quitando horas y días a sus estrenos durante los diez años siguientes. De esta manera, tanto los cambios físicos y  como los mentales no son tan bruscos.

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